Empezar,
de vuelta donde nunca termina,
diminuto,
un espacio ocupado
por mi oscuridad
sin llenar un cuarto de miradas,
que desvanecen
antes de poder sentirlas,
perillas que giran
en sentido irreversible,
brazos desenvueltos
sin llegar a navidad.
Muros omnipresentes
me siguen por caminos,
inciertos,
los pájaros
escapan de mi cabeza
para morir en cuatro ambientes
cocina, living, control remoto
y risas ahogadas por edificios
que devoran soles y fracasos.
Avanzar con mi equipaje
cargado de tormentas,
de soles,
olvidos que recorren
venas inseguras
de no desear lo ajeno.
De tijeras brotando del suelo
para recortar lágrimas
imaginadas por aquellos
que no saben que yo
soy un simple papel
a medio escribir
por Dios,
gran humorista.