Respiros tristes
hacen hombros fuertes
para cargar
con tu mirada omnipresente.
Renunciar es apenas
el inicio de
un camino en círculos
que siempre elijo
sin sospechas.
El preaviso de que
voy a desearte sin prescripción,
cada seis horas, una semana,
mientras la luna empequeñece,
el horizonte nos acaricia.
Ver los pies incapaces
de reprimir
la confesión de sabernos
cautivos de otros.
Sentir tus soplidos
furiosos en mi cara
alguna vez, o
dejar que mis labios
echen raíces en tu pecho.
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